martes 05 de febrero de 2013

El próximo premio Jabón Floral




Estamos de vuelta, señoras y señores, poetas, poetisas y poetos. Nos habíamos perdido del mapa porque este país está más jodido que mandado a hacer y, como todo el mundo, también nosotros necesitamos trabajar para las tortillas, pero no solo de tortillas vive el hombre, hoy vamos a hacer un recuento de algunas cosas que nos han llamado la atención durante los meses en que no subimos ninguna entrada. En los próximos días subiremos el tan prometido comentario del libro de Mario Gallardo y el de algunos libros hondureños que se fueron publicando (siempre irresponsablemente) a lo largo del año 2011.
 
¿Recuerdan el premio de los Juegos Florales? Pues sí, el primero lo ganó un señor cubano al que le dieron maceta con críticas por todos lados. Cada uno tiene lo que se merece, ¿verdad? Este año se lo ganó el poeta salmantino Ramón García Mateos, un poeta no tan brillante como Pérez Boitel (el ganador del año pasado), pero sin duda con una trayectoria bastante gorda para inflar el premio. Miren, nada tenemos contra estos poetas. Son buenos poetas, mil veces mejores poetas que cualquier poeta hondureño. Decimos claro: CUALQUIER POETA HONDUREÑO. Lo sentimos si herimos susceptibilidades, pero esa es nuestra labor. El asunto es fácil de explicar: son poetas que vienen de una tradición que en Honduras nunca tuvimos y a lo mejor no tendremos en un par de siglos. Aquí los poetas no leen ni lo elemental. En cambio, Boitel está desde adolescente leyendo a Lezama, Severo Sarduy, Vitier y a muchos otros gigantes. Y García Mateos está leyendo de toda su vida a San Juan de la Cruz, mientras en Honduras seguimos deslumbrados con las pastorelas del padre Reyes y nuestros críticos le dedican al pobre cura hondureño libros e investigaciones que poco pueden aportarle a la formación de un joven poeta. Así de triste es nuestra realidad. Por si fuera poco, mientras los españoles están dale que dale con las leyes de la versificación, nuestros poetas ni siquiera tienen un mínimo de ritmo. La formación del poeta hondureño es lamentable porque se lo traga el medio, sus grandes referencias son poemas como el "Elogio de la gordura" de Rigoberto Paredes o los mediocres poemas dedicados al Che y a Paul Eluard que escribía José Luis Quesada, poeta que si se pone al lado de un poeta joven cubano o español, podría aprender mucho, pues su verso es aburrido, avejentado, carente de imaginación (está bien escrito, eso sí, pero nada más que eso). Buscamos en Internet y nos encontramos a Víctor Rodríguez Núñez, Javier Vicedo, Ben Clark o Rubén Martín, y vemos que sus poemas tienen una factura que está muy por encima de nuestras referencias. Y eso con solo ver dos o tres poemas de cada uno de ellos, pues sus libros no se consiguen aquí. Cuando decimos imaginación nos referimos a esas imágenes que Molina llegó a crear, tan jovencito, en un texto como Excelsior. Aquí no, aquí el poeta actual, el joven poeta actual cuanto más "malo" se nos presente, mejor. Cuanto más cerveza, según nuestros vates, más maldito y más poeta. Cuanto más borracho, más excéntrico y más poeta. Cuanto más mencione a Baudelaire y a Rimbaud y cuanto más diga que la poesía es una mierda, más me admirarán por ser tan iconoclasta y provocador. Vaya pues.

Volviendo al rollo del premio de los juegos florales, queremos dejar constancia aquí de algo que no le gustará nada a nuestro alineado Salvador Madrid (a Ricardo Álvarez, claro) y a su inseparable escudero Rolando Kattán (¿o será al revés?). Salvador no se cansa de decir eso de "hagamos tradición", parece estar convencido de que con el premio se hará tradición. Puede ser que con este premio los hondureños se aproximen a otros pulsos creativos, a otros poetas, pero de ahí a crear tradición, no vemos por dónde. Parece que los poderosos han encontrado formas muy efectivas de utilizar la poesía para la construcción de su imagen. Algo muy hitleriano y nacionalista, típico del Partido Nacional. Sería bueno preguntarse qué hay detrás de esos 5000 libros que regalan. Un buen periodista podría investigar por ejemplo en qué imprenta se imprimen estos libros y a quién se está beneficiando con esa cantidad de dinero que se paga por hacer un tiraje tan elevado. Sería bueno investigar cuál es el precio de costo de cada libro. Porque si es la Alcaldía quien paga, o es al menos uno de los patrocinadores, sería bueno ver qué es lo que hacen con nuestro dinero. ¿No les resulta raro que un gobierno que no se interesa por salud, vivienda, educación y alimento, es decir, por lo elemental, esté tan interesado en REGALAR LIBROS DE POESÍA? ¿No es raro eso? ¿Será que hay por ahí alguna minita de oro en eso de imprimir libros? Nosotros sólo preguntamos.
 
En el aspecto poético, nos preocupa una cosa: seamos sinceros, ¿alguien cree que con tan notables poetas en toda Iberoamérica, algún día le tocará a un hondureño ganarse ese premio? Ajá y la tradición que queríamos crear, entonces, dónde queda. Es casi imposible que un hondureño gane ese premio, porque en los más jóvenes no hay un solo poeta que tenga siquiera la mitad de la mitad de calidad de un Pérez Boitel. En Café Paradiso escuchamos una vez a un miembro del jurado discutir con algunos poetas jóvenes y zanjó la discusión diciendo: "Ojalá alguno de ustedes tuviera siquiera la calidad de un solo poema de Boitel". Ese fue un buen porrazo, pero es verdad. Tal como está, el premio no lo ganará nunca un poeta hondureño. Esa excepción solo existe de una forma. OJO, MUCHO OJO: sólo existe la posibilidad de que lo gane un hondureño si es amigo del jurado, lo cual no nos sorprendería. Por ejemplo, que se lo ganara Castelar, José Luis Quesada o José González (todo mundo sabe las buenas relaciones de estos con Rigo, y todo mundo conoce la estupenda relación de Rolando y González). No por calidad, sino porque en algún momento será necesario limpiarle la carita con agua y jabón a la Alcaldía y remediar ese mal. ¿Qué mal?, se preguntarán, pues el mal de que un país tan pobre como Honduras esté regalando la cuantía de 5,000 dólares para que se lo lleven fuera de casa. ¿Y nuestra tradición entonces? Recuerden, amigos, lo que estamos diciendo ahora, mucho ojo, en algún momento será necesario que lo gane un hondureño, pues si no el pueblo va a comenzar a reclamar, como ya comenzó: ¿por qué nunca lo gana hondureño? La razón es simple, ya dijimos: porque no hay calidad, porque mientras sea transparente, el jurado va a elegir buenos libros. Es increíble pero así son las cosas en la poesía. Nuestros vates no ha podido por mérito propio publicar en editoriales importantes en el extranjero, ni en España, ni en México, ni en Argentina, que son lo grandes mercados. Ni hablar de traducciones (a nuestros vates les traducen dos versos con el traductor de Google y ya se ponen en las solapas: "traducido al inglés, al mandarín y al japonés"). ¿Por qué nuestros vates no han podido publicar en editoriales siquiera de mediano prestigio?, pues porque para publicar en una editorial extranjera se necesita calidad y un poco de suerte o tener un amigo que te enchufe a cambio de algún interés estratégico editorial (dicen por ahí que la editorial Visor reparte premios a algunos de sus allegados que tienen poder de distribución y publicidad en sus países, como es el caso de Jorge Galán en El Salvador). ¿Cuál fue el último libro de poesía hondureña publicado fuera de nuestras fronteras? Creemos que el de Giovanni Rodríguez, en Guatemala, pero ya sabemos que la diferencia entre publicar en Guatemala y publicar en San Pedro se basa apenas en el acento de los pencos, como decía Medardo Mejía. Esto, señores, es triste, una triste realidad, pues nuestra poesía no existe fuera de Tegucigalpa ni de San Pedro Sula.

Otra cosa importante que la dejamos para reflexión: ¿el jurado lee esos 800 libros que se presentan al premio? Obviamente no. Tendrían que leerse unos diez libros diarios, y dudamos que Rigo se pueda leer siquiera uno al día, por obvias razones que todos conocemos en nuestro círculo paradisiano. El premio además no es anónimo, pues los poetas se presentan vía correo electrónico, es decir que Salvador y Kattán saben bien quiénes están participando. Mucho cuidado con esto. Estos dos son muy vivos. El más vivo es Kattán, que no se expone, conserva su imagen, se escuda en su Salva, Salva-Vida, Salvador.

No nos extrañe que en futuras convocatorias sigan ganando el premio poetas extranjeros. Bien por ellos, se lo merecen, nos parece muy bien. Lo que no nos parece bien es la demagogia de hacer creer que este premio fortalece a la poesía hondureña. Hay otras formas, becas de creación por ejemplo, talleres de literatura y no dos o tres presentaciones que viene a hacer el poeta ganador, aparte de los paseos que hacen junto a los organizadores. Otra cosa para reflexión: ¿será que ciertos personajes hondureños que se dicen poetas en realidad están haciendo una jugosa red de contactos? Ya saben como es este mundo de la poesía: vos me invitás, yo te invito, vos me das un premio yo te doy otro después, vos me publicás en tu país y yo te publico en el mío... Es esa la única forma que tienen nuestros vates para publicar en una editorial cubana o española. OJO AQUÍ de nuevo. Que esto quede como constancia. Este año la mancuerna Salvador-Kattán ha traído a dos poetas que nos llaman la atención. Uno es Marco Antonio Campos, muy vinculado a la editorial Visor, ganador de dos premios que ya se sabe que son dados de antemano por la propia editorial. Vale la pena darle una ojeada a este post sobre las picardías del dueño de la editorial Visor. A lo mejor Marco Antonio Campos no tiene nada que ver con esas picardías. Lo que nos llama la atención es la invitación. Ya vamos a explicar por qué, paciencia. El otro invitado este año es Jesús Munárriz. JA JA JA (¿o debemos decir: JO JO JO feliz navidad?),  muy bien Rolando, muy bien Salvador, son muy vivos. Ustedes saben bien que Munárriz es nada más y nada menos que el dueño de una de las editoriales más poderosas de poesía, la editorial Hiperión. Señor Munárriz: fíjese en cómo le van a sobar la leva estos dos (sobar la leva, o sea chupar la polla, como dicen los españoles), ojo cuando le hablen de posibilidades de publicación, que en realidad es eso lo que les interesa. Ojo cuando le enseñen un librito sobre relojeros o un libro sobre lo lindo que es Naranjito. Preguntamos: ¿por qué han invitadoa un poeta como Munarriz, que nadie conoce y ni siquiera es leído en España y mucho menos en América? ¿Será porque tiene una editorial donde todo mundo quiere publicar? De todas formas, la estrategia es buena. Difícilmente les dará resultado porque el señor Munárriz puede que no sea un poeta tan conocido pero de lo que estamos seguros es que no es tonto. Por cierto, si buscan en Internet, verán la cantidad de premios literarios que maneja este señor en España. En eso sí que es conocido, como JURADO, lamentablemente verán lo bien que reparte esos premios entre los poetas de su editorial...Vaya pues, que el señor no es que sea la mejor referencia de transparencia si uno se fija en cómo va premiando a sus súbditos poetas-hiperiones. Otra coincidencia es que el año pasado trajeran a un poeta como José María Muñoz Quirós, otro poeta sin ton ni son, pero jurado de aquí y de allá y muy premiado en la editorial de Munárriz.

Mañana se falla el premio y aunque parezcamos vaticinadores baratos o simplemente nos equivoquemos, queremos asegurar al menos una de estas dos cosas:

- El próximo ganador no será hondureño.
- El próximo ganador será amigo del jurado.

¿Será? ¿Qué será? Ya lo sabremos, en menos de lo que ustedes dicen 24 horas.

jueves 20 de enero de 2011

Jugando con flores en un país ensangrentado



Señores participantes y señores jurados, a ustedes les dejamos la tarea de investigar quiénes son las personas que están detrás de las siguientes organizaciones que apoyan estos Juegos Florales: Alcaldía de Tegucigalpa, Centro Cultural de España en Tegucigalpa, Cooperativa Sagrada Familia, Secretaría de Turismo de Honduras, Banco Central de Honduras, Embajada de México en Honduras, Consejo Hondureño de la Empresa Privada, SEPLAN y Dowal School. Adivina adivinador: tiene color rojo y huele a pólvora, le llaman “sucesión constitucional” y para nada tiene que ver con el golpe de Estado de un oprimido país bananero.

Bueno, en el cubil de este colectivo (no nos gusta esta palabra con tufito a grupos que tampoco nos gustan), formado por tres miembros, Goyo S., José K. y Juan Lector, ego el de este último que prevalece por la simple razón de la antigüedad, hemos discutido mucho sobre la creación de la entrada que estás leyendo en este momento, querido lector.  Sabemos que es un tema delicado, pues intervienen asuntos muy sensibles en materia literaria y política: el I Premio Iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa. ¿Por dónde empezar? Empecemos por los lectores. Sí, esa minoría que también debe despertarse. ¿Cómo es posible que hasta hoy nadie ha dicho ni una sola palabra sobre este concurso de poca monta (que no monto)? Bueno, admitimos que no hemos leído todas las páginas de la blogósfera pero hemos buscado y buscado y todo mundo calladito y bien gracias por esta iniciativa tan generosa. Señores lectores, señores blogueros, señores poetas, señoras y señores, ¿qué acaso nadie siente nada en este país de ciegos? Nosotros, desde el primer día que fue anunciada la convocatoria, quisimos manifestarnos. Pero, por un lado, no queríamos comenzar el blog hablando de algo que no fuera un libro, y tampoco queríamos incitar a la no participación en este concurso, pues muchas máscaras habrán de caer con él tarde o temprano, como caerá la nuestra. Con la gran diferencia de que la nuestra estará manchada de anonimato y, para muchos, cobardía, mientras que la de algunos estará manchada de su carencia ética.

Pero vayamos despacio en el asunto. “I Premio Iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa”. Señores, perdonen, qué risa. ¿No les decimos pues que al hondureño iletrado con ínfulas de intelectual le encantan las pompas? “Este premio de talla iberoamericana tiene como objetivo celebrar la poesía”, nos dice la convocatoria. Uno de sus promotores, el señor Salvador Madrid, hace una variación en su página de Facebook y nos informa que es “de talla continental” y que el objetivo es crear “tradición” (¿literaria?). ¡Pero es que esto es ridículo! No porque un premio no pueda llamarse iberoamericano, hispanoamericano, mundial o lo que les dé la gana. El problema es cuando aparece junto a una propuesta tan conservadora como “Juegos Florales”. Señores, “Juegos Florales” es una tradición ya desfasada, herencia de la antigua Roma, un término que incluso tuvo su decaída en el siglo XVI y que apareció por iniciativas monárquicas en el XIX, y el en XX  la siguieron impulsando los dictadores con la típica muchachita del reinado, con su respectivo ramo de flores, vestido y todo. Y ahora, en el siglo XXI, aún quedan vestigios de tal tradición. ¿Es negativa esta tradición? No lo sabemos a ciencia cierta, pero sin duda es conservadora (RAE: Dicho de una persona, de un partido, de un gobierno, etc.: Especialmente favorables a la continuidad en las formas de vida colectiva y adversas a los cambios bruscos o radicales). No sabemos si ustedes, queridos lectores, pero nosotros no esperamos otra cosa de un poeta que no sea el rompimiento de las “continuidades”: esperamos de un poeta justamente esos cambios bruscos y radicales en una sociedad tan retardada como la nuestra. Por eso, ¿cómo es que un premio tan ambicioso en sus postulados, tan ridículo con su aspiración “iberoamericana”, nos sale con un sentido tan carente de la modernidad? ¿Saben por qué? Sí, nosotros tenemos una respuesta: porque detrás de ese premio no hay poesía, no hay inteligencia. ¿Por qué no haberlo llamado Premio Hispanoamericano Juan Ramón Molina, por poner un ejemplo? No es que este premio desborde de modernidad, pero al menos podría aspirar a recordar el espíritu combativo de Molina, el espíritu moderno de Molina, su arrolladora entereza ÉTICA. ¡Pero claro que no! ¿Cómo llamar a un premio con el nombre de un personaje que siempre estuvo contra el poder, que no cerró la boca para criticar a Terencio Sierra, que no bajó la cabeza para pedir clemencia incluso cuando tuvo que picar piedra como reo? ¿Cómo llamarlo así, si el premio no tiene ese espíritu, si el premio más bien carece de todo espíritu?

Qué fácil se delata y se cae la máscara de las mentiras, vean lo que dice la convocatoria: “Este premio es abierto, democrático, no será determinista con la homogenización de un ideal estético o político, no vetará expresión alguna y enaltecerá el arte y la humanidad”. Señores, ¿hace falta la palabra “democrático”? Revisen nuestros lectores cualquier concurso de poesía del mundo a ver si alguno menciona esa palabra. ¿Saben por qué mencionan esa palabra? Porque detrás de ese escudo de la Alcaldía de Tegucigalpa lo que menos existe es la palabra “democracia”. Esa palabra, “democrático”, está ahí porque es parte del discurso de quienes oprimen a este país y lo mantienen en el oscurantismo. La palabra democracia es una palabra que le urge, por ejemplo, a un gobierno que surge de un golpe de Estado, le urge a un gobierno que la comunidad internacional todavía no reconoce, le urge a un gobierno que no fue electo democráticamente, o sea, un gobierno que salió de unas urnas a las que acudieron menos del 20% de la población y que luego dijeron que fueron las elecciones más votadas de la historia de Honduras. Piénselo, señor lector, piense en esa palabra, qué hace esa palabra “democrático” en las bases de un premio de poesía. Y ahí mismo, en la misma línea, nos garantizan que “no será determinista con ningún ideal estético ni político, no vetará expresión alguna…” Nos reímos de nuevo. “No vetará expresión alguna”, ja, ja, ja, ¿por qué esa aclaración? ¿Acaso en este país de las maravillas, en este país tan bonito, blanquito y pacífico, tan desarrollado en sus valores culturales y cívicos, alguna vez le han cerrado la boca a alguien? El Comité Permanente de los Juegos Florales, es decir, los organizadores de este premio, está integrado por un grupo variopinto y extraño: señoras y señoreeeeeees, con ustedes… a su derecha… en la categoría de pesos pesados: Rolando Kattán, Salvador Madrid y Augusto Argueta. A su izquierda, en la categoría libre, con ustedes, el señor Jorge Amaya. En medio, actuando en representación de la categoría femenina, la señora Yadira Eguigure. Datos curiosos de nuestro comité, facilitados por un amigo de este blog: Rolando Kattán y Salvador Madrid: fundadores de Paíspoesible, vaya currículum. Augusto Argueta: miembro activo del Partido Nacional, activista de Pepe Lobo y ahijado de... ¿adivinen quién? Sí, lo han adivinado: el señor alcalde Ricardo Álvarez. ¿Qué hacen Jorge Amaya  y Yadira Eguigure en ese comité? No sabemos bien, pero ya nos informarán nuestros corresponsales… Todos ellos, con seguridad, argumentan la defensa de la poesía y aseguran, según la convocatoria, que este premio “enaltecerá el arte y la humanidad”. Cómo no, Chon. O son todos unas mansas palomitas ingenuas o están más ciegos que la gallinita ciega. Juntemos los pedazos. Adivina adivinador, cuál es el denominador común en estas palabras: alcaldía municipal, juegos florales, “premio democrático”, “determinista”, “ideal poítico”, Tegucigalpa, Ricardo Álvarez. Hay muchos nombres para ese denominador común, pero en este blog nos quedamos con uno, que es el objetivo que sospechamos: legitimar a un gobierno no democrático a través de un XXXX “poeta” (en xxxx las palabras no permitidas en el blog).  Ricardo Álvarez debe haberse puesto la mar de contento con la idea de un premio “de talla continental”, y no se ha hecho esperar para manifestar palabras de felicidad, pues según comenta Salvador Madrid en su Facebook, el alcalde “está sorprendido y satisfecho por la respuesta de los poetas hondureños y de Iberoamérica porque han creído y apoyado este premio literario que debemos fortalecer pues es una celebración cultural que se merece la ciudad capital de Honduras”.

Vamos a recordarles a nuestros lectores quién es Ricardo Álvarez y a ver si su ahijado o su Comité Permanente de los Juegos Florales nos lo replica: ¿no fue este alcalde el que recibió para la gestión de su alcaldía 75 millones de lempiras de parte del gobierno de facto de Roberto Micheletti? ¿No fue este alcalde el que llegó a la casa presidencial durante la presidencia de facto de Micheletti  y al ser increpado por una periodista sobre su posición de doble moral dijo:  “Vengo a donde el presidente constitucional de la república” (sic.)?




En La Tribuna del 23 de julio del 2009, aparece el siguiente texto, al referirse a las marchas en las que participaba Ricardo Álvarez: “Durante el recorrido los manifestantes, vestidos de blanco en su mayoría, gritaron consignas de desprecio al depuesto mandatario Zelaya, a los miembros de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). Asimismo, contra la Organización de los Estados Americanos (OEA), países europeos”. Y más tarde, o mejor dicho, más recientemente, dijo: “La reconciliación pasa por el reconocimiento de que todos hemos fallado, yo hoy pido disculpas y pido perdón si me equivoqué, si humillé a alguien, si ofendí a alguien, si hice algo incorrecto en el camino”. ¿A qué se referirá con esas equivocaciones?, ja, ja. 


Ricardo Álvarez y Roberto Micheletti


¿Por qué estamos hablando de estos hechos, si supuestamente nos interesa solo la literatura? Pues porque estos hechos prostituyen la poesía, ya que el dichoso premiecito tiene como principal promotor a un político que, desde la ambigüedad (¿o claridad?) de su discurso y sus actos, parece estar vinculado a un capítulo de las páginas más oscuras de este país.

 Señores, ¿alguna vez vieron ustedes una cuantía tan promocionada de 5000 dólares para la poesía en este país? ¿Alguna vez alguna actividad de la Alcaldía buscó reivindicar la poesía hondureña a niveles continentales? ¿Está mal que a un poeta se le dé 5000 dólares y una publicación de 8000 ejemplares? Claro que no, lo que más quisiéramos es que se invirtiera siempre así en cultura. ¿Saben por qué tanto dinero y tanta publicación y tanta promoción? Porque no hay conciencia. Porque ese dinero no es para la cultura ni para la poesía, es para la buena salud de la imagen de la clase política hondureña, es para limpiar la sangre de sus corbatas con la servilleta de la poesía. Bien, vamos a creer en  la buena fe del Comité Permanente, creamos aunque sea hipotéticamente. ¿Pero cuál es la explicación a nuestros argumentos? Nos dirán que la poesía hondureña crecerá por este premio. Nos dirán que gracias a este premio se creará “tradición”, como insinúan algunos. ¿Acaso alguna vez un premio ha creado a un poeta? Pero sí, es verdad que un premio es un excelente reconocimiento a un poeta. Pero si quieren hacer un reconocimiento a un poeta, ¿por qué hacerlo a través de los responsables del golpe de Estado?, ¿por qué pactar con el poder para que el poder sea el que le otorgue prestigio a un premio? Dirán que no hay de otra en Honduras. Dirán que hay que aprovechar el dinero para la poesía antes de que el poder lo aproveche para robarlo. Pero entonces la ética y la poesía le vale un comino y ésta, como dice el poeta Juan Carlos Mestre, que nos visitó hace unos años, ha caído en desgracia. En la desgracia de los snob, de los que andan de muy gestores culturales, de los que no ven que la mano que les da de comer es la que después les pasará factura, como toda buena mafia. (A ver si no nos decepciona el señor Mestre formando parte del tal jurado, puesto que parece que hay un español, a ver quién resulta ser el que ignora la situación en la que Honduras se encuentra). Si un premio es lo que querían para reconocer la labor de un poeta, por qué entonces no procedieron con un poco más de sencillez. Verbigracia: conseguir apoyo con un organismo no gubernamental y que el premio fuera apenas la publicación del libro con un jurado de prestigio. No nos digan que no hay apoyo para una humilde edición de 1000 ejemplares, que puede costar unos 35 mil lempiras. Pregúntenle a Katia Lara cómo consiguió dinero para su documental Quien dijo miedo.  Sí, señores, un premio honorífico, un premio ético. No es el dinero y los miles de ejemplares que van a dar valor a un poemario, ahí están de ejemplo premios españoles de editoriales prestigiosas como Rialp, Hiperión, Pre-Textos.

Nos dicen que se han presentado al premio 628 autores, una cifra respetable. Esos “poetas” que se presentaron, ¿celebran la poesía?, ¿tienen un poco de respeto y dignidad por las víctimas del golpe de Estado? Hay poetas de Argentina, México, España, Cuba, El Salvador, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Nicaragua y Costa Rica participando en este premio. Ignoran sin duda las circunstancias políticas de nuestro país y no saben que sus libros están concursando para que la población hondureña recuerde a su buen alcalde como un protector de la poesía y los valores humanos. Pero entendemos que por 5000 dólares es fácil hacerse los desentendidos.

Nos dicen que “el jurado estará compuesto por un renombrado escritor y académico español, una poeta y académica mexicana y un poeta hondureño que serán los encargados de definir un premio único que se dará a conocer el 29 de enero”. Pobres ingenuos. O a lo mejor desconocen el dolor de un pueblo que sangra por un golpe de Estado y por un gobierno que representa vileza, corrupción e ignorancia. ¿Quiénes serán esos “poetas” y “académicos”? La poesía, según lo que se nos había dicho, es inteligencia, belleza y exaltación del ser humano, ¿será que estos poetas y académicos también así lo creen?

Señores participantes y señores jurados, a ustedes les dejamos la tarea de investigar quiénes son las personas que están detrás de las siguientes organizaciones que apoyan estos Juegos Florales: Alcaldía de Tegucigalpa, Centro Cultural de España en Tegucigalpa, Cooperativa Sagrada Familia, Secretaría de Turismo de Honduras, Banco Central de Honduras, Embajada de México en Honduras, Consejo Hondureño de la Empresa Privada, SEPLAN y Dowal School. Adivina adivinador: tiene color rojo y huele a pólvora, le llaman “sucesión constitucional” y para nada tiene que ver con el golpe de Estado de un oprimido país bananero.

Hay una cosa que sí es cierta en todo lo que hemos visto de la publicidad de estos Juegos, y es que aseguran: “los ojos de la poesía están sobre Honduras”. Eso es verdad, aquí están los ojos muertos de la poesía, aquí la poesía tiene una corona de juegos florales.

miércoles 19 de enero de 2011

¿Quién es quién?


Dejamos este texto para intentar aclarar algunas normas del blog sobre la opción del seudónimo  "Juan Lector". En los próximos días publicaremos un texto polémico sobre ciertos eventos de poesía y la próxima semana la crítica sobre Las virtudes de Onán. Siempre esperamos sugerencias de libros que quieran que critiquemos.


Un lector de un grupo editorial discute por nuestra primera crítica. Otro, que parece ser el autor a quien le dedicamos otra crítica, nos deja palabras cordiales. Otro lector anónimo, como nosotros, nos increpa porque nos hemos amanerado y porque ha sido injusto el trato entre una crítica y otra. El editor de Mimalapalabra, con su estilo mordaz, nos interroga si nuestro anonimato no contribuye a la mediocridad contra la que lidiamos. Otro lector lamenta que tengamos que escudarnos en el anonimato. Otro dice que está aburrido de leer lo mismo y que cuándo vamos a criticar más. Otros nos sugieren libros para criticar y así sucesivamente… Discrepancias. Todos interesados en la cosa de la literatura, eso sí.

Esto viene a cuento porque a medida que vamos escribiendo el blog surgen ideas, comentarios, discusiones, dudas y todo tipo de peroratas. Que para qué, que si vale la pena, que el anonimato con crítica dura, que el no anonimato con crítica temerosa, que la enemistad gratuita porque no nos gustó el libro de fulano, que la cobardía, que la valentía. Esto viene a cuento porque nos interesa la participación del lector, nos interesa crear discusiones contra la mediocridad. Intentamos ser objetivos, pero lógicamente es imposible. Por eso, así como calificamos los libros que criticamos, hemos decidido crear una encuesta que pueden ustedes rellenar en la columna de la derecha, donde preguntaremos sobre la objetividad de Juan Lector respecto a la crítica de tal o cual libro. ¿Qué les parece? ¿Estamos con esto siendo melosos y amanerados? De ninguna manera. Nuestro afán es criticar la mediocridad, y ese poder lo tendrá nuestro lector, siempre y cuando se atenga a las reglas de la columna de la derecha.

Trataremos de zanjar el tema del anonimato una vez más, pues ya resulta aburrido. Supongamos que nosotros somos amigos de Pedrito. Pedrito es un pésimo escritor, pero es nuestro amigo, le tenemos aprecio y cariño como ser humano. Resulta que Pedrito es de carácter violento y susceptible. Nosotros no sabemos si ustedes, queridos lectores, pero nosotros no quisiéramos perder la amistad de Pedrito, que es tan buena persona con nosotros, solo porque escribe malos versos y se lo decimos en la cara. Es cierto que lo ideal sería que Pedrito tuviera la madurez para aceptar la crítica, pero sabemos bien que eso no tiene uno cómo saberlo sino hasta que los hechos ocurren. ¿Cómo vamos a saber la forma en la que reaccionará Pedrito? Además, piénsenlo bien: con toda seguridad nosotros caeríamos en la inevitable tendencia, cuidaríamos más de no decir una u otra cosa. Pensemos en el colectivo llamado Mimalapalabra. Son muchachos críticos, firman siempre sus comentarios, valientes. Muy bien. Pero hasta el día de hoy, no hemos leído un solo comentario “negativo” sobre la poesía de Giovanni Rodríguez, Gustavo Campos o sobre la narrativa de Mario Gallardo. ¿Acaso para los dos primeros el libro de Gallardo es una genialidad? A lo mejor ellos han señalado sus defectos de forma personal y privada. Pero por alguna deferencia que puede venir de la amistad, lo cual nada tiene de malo, no han escrito hasta el día de hoy una sola línea “crítica”. ¿Y qué tal si, por poner un ejemplo, uno de nosotros es miembro de Mimalapalabra? ¿Y si alguno de nosotros es Sorto o Umaña y critica duramente para despistar? ¿Y si nos llamamos Diego Chan, Pablo Ran y Juan Dor, cambiaría algo? Todo este misterio del anonimato es propio de “poetas” que quieren apuñalarse los unos a los otros. Nosotros no queremos apuñalar a nadie. Entonces, ¿por qué no nos sentamos y conversamos y discrepamos sobre literatura hondureña en lugar de perder el tiempo en la estúpida identidad de tres sujetos que nada tienen de importancia ni trascendencia?

domingo 16 de enero de 2011

Todos los días: excesivo coloquialismo vrs. fuerza de la imaginación



Heber Sorto publicó su poemario Todos los días en el año 2005, con el sello editorial Il Miglior Fabbro, una iniciativa independiente de Salvador Madrid que después pasó a ser parte del occiso (o zombie ya) Paíspoesible, o lo que queda, fragmentos, digamos. Ignoramos si el señor Sorto, a quien dos de nosotros no tienen el gusto de conocerlo personalmente, pertenece o no a la resistencia. Suponemos que sí, por las temáticas que aborda su libro y por su origen humilde. Como ya hemos tenido un primer tropezón en asuntos políticos, quisiéramos aclarar que aquí no nos importa la trayectoria política de Sorto. Es verdad que la literatura y la política pueden o no guardar relación con la obra de un poeta, pero el lector puede hacer una lectura puramente estética, superficial o política del texto. Así que nosotros hemos optado por descartar lo político al menos por ahora. Por la simple y sencilla razón de que queremos referirnos a lo textual poético. Esperamos que nuestros lectores sepan comprender esa licencia y pedimos disculpas por aquellos que preferirían una lectura más atenta a lo político.

Comenzamos por la envoltura del regalo. Todos los días ostenta el título de antología poética y eso ya nos genera ciertos prejuicios. No estamos seguros que sea tan saludable que un poeta tan joven y con una obra tan breve recoja en un libro “lo esencial” de su “obra”. Porque eso es una antología: lo esencial, lo que tiene fuerza para perdurar en el tiempo. Para un poeta treintañero, la vida comienza, queda mucho por aprender, queda por delante una obra por crear y un trabajo que cultivar. A menos que se llame Rimbaud. Por eso nos sorprende un poco esa prisa por lo antológico, tal como le pasó a su amigo Fabricio Estrada con su Imposible un ángel. Tal vez era mejor llamarlo de “selección” o “muestra poética”. Pero comprendemos que el autor puede verse tentado a publicar bajo el título de antología poética  ante el ofrecimiento de una editorial que buscaba a toda costa levantar un movimiento poético incluyente y animoso, aunque con enormes disparates la mayoría de las veces. Esta práctica de editar antologías y hasta obras completas cuando el poeta está en pañales no es exclusiva de nuestra patria, claro.

Abrimos el libro y en la solapa encontramos: Heber Sorto. Olanchito, Yoro. 1973. Poeta y gestor cultural. Se enojarán mucho con nosotros algunos lectores, pero ¿qué título es ese de “gestor cultural”? ¿No les suena un poco afectado ese título en un país donde todos los poetas y escritores tienen que gestionar sus propias publicaciones y presentaciones? Y esto va para muchos otros poetas que les encanta ostentar ese título, no sabemos ni entendemos por qué. Lezama Lima dirigía su revista y promocionaba poetas de aquí y de allá y hasta ahora nunca hemos visto una biografía que diga: “José Lezama Lima. Poeta y gestor cultural”. “Horacio. Poeta y gestor cultural”. “Homero. Gestor cultural”. Vaya pues, que en estas cosas los títulos son títulos y cada uno se pone como quiere. La titulitis es un típico vicio hondureño fomentado desde las escuelas y las universidades, y es fomentada y potenciada por la mala raza política hondureña (oh, contradicciónla nuestra, que pronto llegas: ya hemos caído en política). Les encanta llamarse licenciados, doctores, gestores, poetas, etc. Nada tenemos contra las titulaciones. Reivindicamos la educación. Pero, señores, ¿no es cierto que hay un montón de gente que insiste en que los llamen de licenciados como sucedía con el personaje de Chespirito? Ese a quien el Chaparrón le decía: “Oye, Lucas”, decía. “Dígame licenciado”, solicitaba Lucas. “Licenciado”, respondía Chaparrón. “Gracias, muchas gracias…” Pasa lo mismo con la palabra “poeta”. También a algunos cineastas (te estamos viendo Hispano Durón) les encanta esa ostentación de títulos. Pero bien, ojo, mucho ojo, no criticamos que alguien se ponga en un currículum un título que se ha ganado. Criticamos el envanecimiento. En todo caso, este es un comentario muy personal de Juan Lector, así que ignorémoslo.

Hasta ahora, solo estamos hablando de asuntos superficiales, querido lector, y no te culpamos si quieres abandonar la lectura por culpa de nuestras limitaciones y divagaciones.

Seguimos abriendo el libro y ¡pum!, de cabeza a los poemas. ¿Qué no era una antología poética? ¿Quién hace la antología? ¿La selección estuvo a cargo de Pichirilo Cruz, el Pescado Rodríguez, Chanchuyo Sánchez, Chencho Cruzado o Juan Lector? ¿Es una antología personal o una antojolojía? La antología está dividida en cuatro partes tituladas: “Fundación del hastío”, “Monólogos a media luz”, “De la alegría, una rendija” y “Adentro de la desnudez”. El lector acostumbrado entenderá la intención temática del misterioso antólogo (más misterioso que Juan Lector), pero toda antología que se precie de serlo debería de tener al menos unas palabritas que nos explicaran a qué mundo nos vamos a meter. Sentido común. Como cuando usted va a una presentación de un libro y hay una persona que dice buenas tardes, el día de hoy vamos a presentar el libro de Fulanito que se titula así y asá, y es un libro que trata de esto y lo otro y tiene estos temas y esta intención, etc. No es que llega el poeta, se sienta y comienza a leer como si fuera misa. Culpa del editor, señores, culpa del editor. Pero también del autor, que debe de avisparse un poco más y sugerir mejoras en la organización del libro.

La primera parte del libro se titula “Fundación del hastío” (ya lo dijimos, Juan). Un buen título. Mucho mejor que el título de la antología, tan sin gracia. El mayor reparo que tenemos respecto a la poesía de Sorto quizá sea a la vez su mayor virtud: la sencillez. Sorto escribe con una asepsia de camisa blanca (por favor, por favor, sin lecturas políticas, señores, ya dijimos. Si decimos camisa blanca es por obviedad y falta de imaginación nuestra). Sus versos son libres, algunos breves y otros llegan a los límites del versículo. De esa primera sección, el primer poema es un poco débil: a veces, esa sencillez, se vuelve de un coloquialismo que desentona con la suavidad de sus palabras, pongamos un ejemplo:

El amor no se cuenta con días ni esperas,
ni con pétalos,
el amor se cuenta y se comparte
cuando estamos metidos en el ojo de un pájaro.

La imagen mejor lograda de este cuarteto la echa a perder una palabra tan burda y campechana como “metidos”. Mata el ritmo, la elocuencia, el buen decir. “El amor se cuenta y se comparte / cuando estamos dentro del ojo de un pájaro”. Cambia un poco el sentido, si lo pensamos bien. Porque una cosa es metido, como si algo o alguien hubiera introducido algo; y otra cosa es estar dentro. Creemos que en el segundo caso, la imagen se vuelve más sugerente. Pero no vamos a quedarnos haciendo reparos a pequeñas palabras que al final es el poeta quien mejor sabe cómo organizar su texto. Sí nos parece que su texto es excesivamente naif. Sus versos tienen la humildad –virtud, claro– del propio Sorto. Sin embargo, a nivel poético, se puede hablar desde la humildad con un decir más “cosmopolita”, por ponerle un adjetivo. Y en ocasiones Sorto lo logra. Pongamos un ejemplo de lo que es un poeta que nos habla con un lenguaje más iluminado, veamos el poema Monólogo:

La tristeza montada en su caballo
viene con mi voz doblada en el brazo.
Lo pasado por estas horas solas
no ha de salir mañana en los diarios.
El verano ha crecido hasta las fuentes
y la luz se inclina para cruzar los arcos.
Con árboles frondosos en los ojos,
con raíces profundamente hundidas
con todo el sol de la palabra, poco a poco,
la gente se aleja de esta casa
y yo hago trampas para quedarme solo.

Suprimiríamos algunas tres o cuatro palabritas de este poema, pero lo cierto es que aquí hay poesía. La tristeza se personifica, la voz se tuerce, el verano crece, la luz se inclina, los árboles son frondas en los ojos, en fin, toda una atmósfera de símbolos y formas poéticas, imaginistas. El poeta ya no es coloquial ni conversacional aquí. Lo aparenta, pero detrás de cada verso se observa que busca que las palabras digan algo más allá de la obviedad, lo cual no sucede en poemas como “Primera lección”, donde se vuelve descriptivo y nos presenta imágenes obvias de aceras, patios, golondrinas y ratas. Esto de las ratas, por cierto, es una imagen ya muy gastada en la literatura en general y en la hondureña particularmente, siempre la misma escatología, ¿acaso no pueden nuestros poetas renovar arquetipos escatológicos? En esta parte del libro aparecen las ratas en “Ciudad”, “Primera lección”, “Preguntas al espejo”. Luego, el verbo escupir para señalar opresión, humillación, es muy recurrente. Vemos también una excesiva influencia sosiana, no solo por la búsqueda de la sencillez, sino por imaginarios sobre el país y el paisaje. Y no es que esté mal ver el mismo paisaje, lo que sería mejor es que ese mismo paisaje fuese mostrado con otra poética, con otra estética, que no la sosiana, no porque esté mal lo sosiano, sino porque ya esperamos nuevos caminos y nuevas formas en la literatura de nuestros jóvenes. Por ejemplo, cuando Sorto nos dice: “Este país abre los ojos y se echa a rodar calle abajo” en realidad dice “este no es un país, es un paisaje y se hunde” (Roberto Sosa, El llanto de las cosas).

En la segunda parte, Monólogos a media luz (otro buen título aunque no como para un poemario, claro), continúa el mismo ritmo sosegado. Señores, sí, es una virtud el sosiego, pero esperamos altas tensiones también, poemas que hagan chispas y no que mantengan la salmodia. De esta sección tenemos reparos y hallazgos. Otra vez el problema del coloquialismo. ¿Estamos en contra de la poesía coloquial? ¿Queremos, los de Discrepancias Electivas, una poesía de alto lirismo o de vaca sagrada? No, queremos variedad. No condenamos ni lo conversacional ni lo lírico. Lo que sucede es que el lenguaje que el poeta elige para manifestar su propuesta estética debe tener cierta unidad con el contenido. Forma y contenido son inseparables, todo mundo sabe eso. Cuando Nicanor Parra nos habla con sus chilenismos, con sus chistes, con su irreverencia, hay esa unidad. Eso mismo esperamos de un poeta. Por eso hacemos tanto hincapié en ese aspecto de la poesía de Sorto. Una poesía que habla con dulzura, con suavidad, con delicadeza, de pronto nos sale con expresiones que bien podrían caber en otra estética, pero no en la suya, por ejemplo:

Siempre amé las ventanas
aunque nunca tuve una para compartirla,
pero alguien me hablo que de a ratos
el paisaje se mira a través de paredes o de lágrimas.

¿”De a ratos”? Si no te suena feo esto, querido lector, con todo respeto, puedes adherirte al mal gusto de los “Poetas” del Grado Cero. Por ahí en el libro salpica otra expresión de ese corte: “No estoy a gusto”.  Sí, ya sabemos que dirás que estamos demasiado meticulosos. Pero es solo un parecer nuestro, a lo mejor ayuda, si no, por suerte, nadie se morirá.

Pero vamos a los hallazgos de esta parte del libro y de las dos últimas. Señores, aunque se nos ofendan los bolañitos (nos encanta Bolaño, ojo), aunque se nos ofendan los parrianos y los que predican la “fealdad” en la poesía contra la solemnidad (cosa en la que coincidimos pero sin chabacanerías), aunque se nos pongan celosos algunos poetas muy sociales o muy chistosos, tenemos que decir que la poesía de Sorto tiene momentos altos. Versos como: "El viento de oriente se retenía en su mano", “el viento con los ojos rotos viene a caballo”, “mi madre es una mansa forma en su máquina de costura”, “tenemos un faro más amplio que la noche y juntos cabalgamos como ángeles sin alas”, “era el tiempo en que los madreados estiraban los brazos y lloraban hasta que lograba dormirlos”. Incluso cuando tiene instantes de erotismo sabe desbordarse en imaginación: “cuando suelto los candados de tu boca, entonces hay peces que saltan de tu lengua”, “ella llovía descalza de los senos sobre el mundo, cantaba un río de pájaros”. También: “su corazón es un molino de viento bajo el agua”. Señores, esta es la poesía que esperamos, renovada, con nuevos bríos, sin embalajes tan benedettianos. Insistimos: nada tenemos contra la sencillez. Pero ya hemos visto suficiente sencillez en la poesía hondureña: Óscar Acosta, Roberto Sosa, José Luis Quesada, Rigoberto Paredes. Y está bien. Pero cuánto más crecería la poesía, y especialmente la de Sorto, si continúa explotando más esa vena tan imaginativa, a veces surrealista, a veces creacionista (huidobriana). Se trata de salirse de la costumbre, o sea versos que nos sorprenden, que con imágenes y palabras que crean otros mundos logran explicar el nuestro: “el viento llueve en los jardines de tu oído”, “el viento pronuncia palabras de agua”.

Lo más seguro es que entremos en discrepancias con varios lectores si decimos que un poema como “Madre patria” no es precisamente lo mejor logrado. Eso sucede porque el poeta vuelve a ideas caducas: “áspera o como seas así te amo”. Preferimos al Sorto que ama con imágenes poéticas, con metáforas y pájaros en los rincones. Pero aquí volvemos al inicio de nuestra crítica: es un poeta joven aún. Hay mucho camino por recorrer. A lo mejor, basta seguir su propia Arte poética, con la que cerramos esta crítica de la semana:

Conocer el fondo por insistencia, no por raíces.
Dirigir un ejército descalzo.
Matar una serpiente con un libro.
Perseguir los versos que huyen como océano
entre canastos de basura y papeles rotos.
Sacar a los pájaros del aire.
Sembrar una lámpara para que nazca la luz.
Todo transcurre
y aún no hay nada nuevo bajo el sol.

Nota general del libro: 80%

a) Si algún amable lector tiene una imagen mejor de la portada del libro de Sorto, le agradeceremos mucho que nos la facilite. Así también, si el propio Heber Sorto (también Helen Umaña) y cualquier otro autor mencionado, nos autoriza a publicar su fotografía, sería excelente para que este blog pueda convertirse también un una forma de catalogar a nuestros autores. No publicamos fotos porque no sabemos si nuestros comentarios ofenden o molestan al autor, por eso solo la publicaremos si el propio autor autoriza desde su correo electrónico.

b) No olviden enviarnos sus comentarios y sugerencias. También títulos o secciones que puedan ser de interés. Algún autor en particular o lo que crean que pueda ayudar a matar el aburrimiento de nuestra literatura. Y no olviden enviarnos sus libros. Una vez leídos en versión digital, serán tirados a la papelera de reciclaje para proteger los derechos de sus autores. Muchas gracias por participar de este espacio juguetón.

miércoles 12 de enero de 2011

Respuesta a "palabraenllamas" y/o editorial Divulgación

Caricatura de Allan Mcdonald
Tomada del blog: http://honduraselogoali.blogspot.com

Habían unas “palabras iluminadas”. Entonces vino un blog con una chispita de discrepancias e hizo que aquellas se volvieran “palabras en llamas”. Te explicamos, querido lector, cómo está la situación. Publicamos unas opiniones con base en nuestro criterio, que puede ser el más equivocado del todos los habidos y por haber, pero es libre y soberano, y lo ejercemos desde nuestra posición de lectores. Si un escritor quiere publicar un libro y que todo mundo esté de acuerdo con ese libro, entonces, lo más seguro es que se trata de un mediocre escritor. Y peor que eso: un escritor conservador. Sí, dijimos conservador, de esos que no admiten DISCREPANCIAS. Esa palabra está en nuestro léxico, conservador, la entendemos bien. También la palabra resistencia y también la palabra Resistencia. Hasta aquí nuestros amigos enojados y ardidos “en llamas” estarán un poco desconcertados: “Pero si se trata de unos golpistas que vienen con puñaladas traperas, trabajadores del desprestigio mediático respecto a nuestros artistas valientes y revolucionarios”. Pero vamos a contestar a nuestros queridos “revolucionarios” (que no revolucionarios) con paciencia y humor el escrito que con tanto amor nos han dedicado, pues notamos que están llenos de inquietudes. Para quien desea contextualizarse, aquí pueden dar click para leer su discrepancia.

Comienza el artículo de marras con un enardecido elogio a la dignidad y al compromiso político de Helen Umaña, el cual contrastan con el servilismo de escribidores (sí, dijimos escribidores, bien clarito) como Segisfredo Infante, José Enrique Cardona Chapas (el inventor de Segisfredo y viceversa), Nery Gaitán y César Indiano (los laureados escritores condecorados con la banana de oro del gorilismo hondureño). Señores, ¿qué podemos objetar nosotros a esto? Nada, absolutamente nada. Ningún seudointelectualito (para devolverles el adjetivo, solo que con más cariño a nuestros amigos “en llamas”) aspirante a ser de izquierda viene a descubrirnos nada, pues compartimos la admiración por el compromiso y la palabra digna y humanista de Umaña y de ninguna manera vamos a compararla con la repulsión que nos provocan los fulanos citados. Señores Ígneos, hijos de Marte, entiendan: Helen no necesita ser contrastada con tal mediocridad. Es como decirle a una dama que es más hermosa que un sapo. Desde el inicio de su queja berrinchosa ya se ven sus tristes carencias.

Continúa el dichoso artículo diciendo que no está lejos pensar que nosotros estamos “al servicio del oscurantismo que se realiza contra los intelectuales hondureños que no aceptamos el mazazo vulgar que el golpe de Estado representó para la democracia y la inteligencia humana”. Antes de comentar esto vamos a hacer una reflexión muy breve: hace unos años, uno de estos políticos que tienen a Honduras en el estado de facto en el que hoy se encuentra, prometió en su campaña crear cinco mil viviendas en cuatro años de gobierno. No nos acordamos si fue Reina o si fue el autor intelectual del golpe de Estado, Carlos Flores Facussé. El hecho es que hizo esa promesa. Por otro lado, en el lado de las minorías, estaba Matías Funes o Juan Almendares o quien sea. Pongamos cualquier nombre solo para ejemplificar. Pero esta minoría, de ideas progresistas, prometía organizar el país, prometía educación y programas más modestos. El pueblo, víctima de la ignorancia, creyó y votó por el que le prometía más y se llenaba la boca con imposibles, mientras los otros fueron tildados de comunistas y poco realistas y negativos que señalaban los problemas del país en lugrar de resolver problemas concretos como la vivienda. El resultado fue desastroso porque las cinco mil viviendas para la gente pobre no se concretizaron, pues era un imposible ya que para ello, era necesario que se construyera una vivienda diaria. Descabellado. A qué viene este ejemplo, se preguntarán ustedes, en el caso que nos ocupa. Ingenuos hijos del fuego: ustedes, que se llenan la boca llamándonos de servidores del oscurantismo, elevándose ustedes a categorías de intelectuales o trabajadores comprometidos, llamándose a sí mismos muy solidarios, no se dan cuenta que utilizan la misma DEMAGOGIA de los conservadores y de los opresores: la demagogia de autodenominarse revolucionarios y entonces el pueblo les cree y nos colocan a nosotros como los malos de la película. ¿Y saben por qué decimos que es demagogia? Porque por un lado nos subestiman, lo cual no nos importa, ya que hemos optado por el anonimato justamente para que aquellos que quieran puedan tener toda la libertad de no tomarnos en cuenta y llamarnos de lo que quieran. Pero por otro lado, y esto es lo peor en el caso de nuestros amigos “en llamas”, no se dan cuenta que con sus argumentos lo que hacen es sobreestimar a los golpistas. ¿Por qué? Pues, señores, por favor, ¿realmente creen ustedes que si fuéramos golpistas estaríamos interesados en la literatura, en el arte? Y les preguntamos: ¿si fuéramos golpistas, creen ustedes que estaríamos escribiendo desde este humilde blog, en el anonimato? Qué poco son capaces de analizar, chispitas que juegan a ser revolucionarios sin haber leído una línea de El capital. No se han fijado que la estrategia de los escritores golpistas, lejos de permanecer en el anonimato, es má bien figurar como edificadores y constructores de nuestra cultura. ¿No se fijan que aparecen en la televisión con sus corbatas manchadas de sangre, no se fijan que aparecen premiados con un laurel de oro y mierda por el dictador de turno, no se fijan que sus páginas web están publicitadas y con dominios .com y .hn con diseñadores pagados? Ay, ingenuas cabecitas calientes, un golpista intelectual opera exactamente igual que sus mecenas políticos: con el elogio fácil, con el “está todo bien”, pues a ellos les interesa mantener las cosas como están, ellos quieren poner un edredón sobre las sábanas arrugadas. Nosotros, en cambio, queremos criticar. Sí, criticar. Porque la revolución comienza en ir contra nosotros mismos, comienza en la revisión de la propia ideología. Esto lo sabrían de sobra si hubieran leído –pero sobre todo comprendido– acerca de la enfermedad del izquierdismo, si realmente en lugar de hacerse los muy solidarios y revolucionarios hubieran dedicado una tarde exigua a leer unos parrafitos del buen Ulianov. Lo que sucede es que quienes se enardecen por una opinión crítica –que no filológica, insistimos– poseen una visión caduca de la izquierda, una visión anacrónica y estalinista. ¿Alguien en este blog ha puesto en duda, un solo segundo, el compromiso ético de Helen Umaña? ¿Alguien ha querido desprestigiar su humanidad y su entrega a las causas sociales en este blog? Aquí lo que hemos dicho es que no nos gustan ciertas cosas de su libro. Y entonces, vienen los estalinistas, vienen los que se creen muy revolucionarios y dicen: crucifíquenlos, fusílenlos. Fariseos es lo que son. Viven en el subdesarrollo ideológico porque operan exactamente igual como operaría Micheletti o Adolfo Facussé: como me criticás, a mí que soy un líder impescindible del partido, entonces cerraré tu medio y le diré a la población desde mis medios que vos sos el enemigo. Vean su rostro, fariseos, es esto lo que ustedes hacen: “como criticás un libro de Helen Umaña, una líder indiscutible, entonces te voy a boicotear y le diré a los lectores desde mi blog que vos sos el puñalero trapero. ¿Lo ven? Imitan exactamente lo que critican. ¿Entonces qué hace la derecha? Exactamente lo que hizo la derecha: vamos a dividir a este pueblo y a ponerlos a confrontarse entre ellos mismos para que obtengamos el poder que queremos. Exactamente lo que Pepe Lobo hizo: en río revuelto, ganancia de pescadores, o mejor, de vividores. Para rematar, otro ejemplo de cómo operan ustedes, hijos del fuego, igualitos a sus antagonistas: denunciar a quien opina porque no nos gusta cómo opina. ¿Por qué no nos dejan ejercer nuestra libertad de expresión como lectores? ¿Desprestigiar es leer un libro y decir que no nos gustó? Es más, se los decimos de nuevo: La palabra iluminada es un ladrillo, útil como un ladrillo, pero que tiene defectos y carencias. Ignoramos si Helen Umaña se siente molesta porque decimos estas cosas. Si realmente se siente molesta, sin duda es un mal síntoma, pues ella como crítica mejor que nadie sabe que los libros se escriben para que los lectores hagan y digan lo que quieran. He ahí la libertad y la democracia de la literatura. Si para Pablo de Roca un poeta como Neruda era un mediocre, ¿por eso vamos a decir que Pablo de Rokha no es un gran poeta? Si Cortázar admiraba a Octavio Paz, ¿por eso vamos a decir que Cortázar era un conservador? Si a un lector simple y de la calle no le gusta Roque Dalton, ¿entonces ese lector es un golpista? Si le gusta Ezra Pound, ¿entonces es fascista? No, ígneos amigos, el arte es libertad y ahí no existen dictaduras ni de derecha ni de izquierda. ¿Acaso no han visto cómo un país como Cuba aprendió de sus errores? En los inicios de la revolución, escritores como Arenas, Lezama y Piñera eran censurados por algunos ortodoxos, por ignorantes que operaban como estalinistas, que los tildaban de contrarrevolucionarios y “maricas” y ahora, con el tiempo, ven que no existían poetas y escritores más revolucionarios que esos, al punto de que sus obras son reeditadas hoy en día en nuestra admirada Cuba. Y ahora, para quienes han ido a Cuba recientemente, saben que aquellos “maricas” que eran censurados al inicio, hoy tienen voz y voto en los procesos revolucionarios del siglo XXI.

Señores de la editorial Divulgación: el derecho a criticar es y será un derecho inseparable de la sociedad y de los lectores. La crítica es la base de toda revolución. No se nos pongan colorados ni "en llamas" porque criticamos un libro. Si Helen Umaña está molesta con nuestras opiniones, queremos pedirle disculpas por ofender su sensibilidad. Sin embargo, no nos retractamos de lo que pensamos sobre su libro. Desde aquí, nos preguntamos y le preguntamos a nuestros ígneos amigos y a Helen: ¿será que los señores de la editorial Divulgación ya leyeron el libro de Helen? Lo dudamos muchísimo, señores, muchísimo. Casi pondríamos las manos al fuego por afirmar que no lo conocen (y esto de poner las manos al fuego no es un chiste a costa de su blog “en llamas”, el cual no hemos podido encontrar, pero nos gustaría leer). Pero si acaso lo han leído, entonces dígannos: ¿no han leído ustedes la crítica que Umaña hace de muchos compañeros resistentes como Diana Espinal, por poner un ejemplo? Según Umaña, los conceptos de Espinal en Tras los hilos, “no encontraron adecuadas rutas de realización expresiva”. Según Umaña, en Nimbo de sombras, de Candelario Reyes (miembro activo de la resistencia), salvo en un poema, “el esfuerzo no se concretó en formas poéticamente válidas” y además “la calidad no se sostiene a lo largo de cada composición”. Según Umaña, en Sextos de lluvia de Fabricio Estrada, miembro de Artistas en Resistencia, “algunos temas no siempre ostentan el rigor formal”. ¿Entonces hemos de llamar de doble moral la actitud de Umaña solo porque dijo un par de cosas no favorables sobre la obra de estos artistas en resistencia? ¡Claro que no! Porque ha expresado su opinión. Ella, que sin tener una vocación artística es capaz de juzgar el esfuerzo de muchos poetas, lo hace porque es su DERECHO ABSOLUTO como lectora y crítica, un derecho que no se lo ha concedido ninguna academia y ningún profesorado, sino que se lo concede nada más y nada menos que ¡¡¡¡EL PROPIO AUTOR!!!! Desde aquí preguntamos a Helen Umaña, con todo respeto, ¿nos permite usted ejercer nuestro derecho como lectores a la libertad de decir lo que nos dé la gana sobre su libro? Y una joyita para nuestros amigos en llamas: cómo se nota que no han ojeado el libro de nuestra querida Helen, pues ¿no han leído las páginas que le dedica al escritorzuelo Indiano, a Segisfredo Infante y José Enrique Cardona Chapas? A Indiano le dedica casi siete páginas (muy objetivas, eso sí). De Infante, si bien es cierto sobre su primer libro dice que hay algunos poemas débiles, también dice “que los poemas mencionados ofrecen un planteamiento coeherente”, y agrega al referirse a su trabajo: “La poesía como puerta de acceso al Ser. La conquista del lenguaje como ejercicio metafísico que inquiere sobre el yo. El arduo trabajo en verso”. Y de Chapas, hace una descripción pero sin el más mínimo asomo de crítica. ¿Y será que nuestros amigos ígneos saben que Helen ha escrito amables comentarios sobre La vida menor de Nery Alexis Gaitán? Eso parece que lo ignoran, claro, pues tan defensores y admiradores del trabajo de Helen, que ni siquiera se han dignado en leerlo (insistimos: admitimos que podemos estar equivocados respecto a esta opinión a priori). Pero nosotros no consideramos a Helen golpista, solo porque habla bien de algunos escritorzuelos de derecha. Porque no somos idiotas. Porque entendemos que una cosa es la literatura y la opinión del lector y otra la trayectoria y el compromiso humanista. Por eso no necesitamos que nos vengan a escribir el currículum de Helen y las organizaciones y los premios que tiene, pues nosotros SÍ la hemos leído y SÍ conocemos su trabajo y podemos asegurarles que mucho. Que nos salgan diciendo que está en la Comisión de la Verdad, nos importa muy poco respecto a lo literario, pues eso no garantiza para nada la calidad de un artista. Ahora solo falta que por pertenecer a la Comisión de la Verdad, la persona automáticamente sea un infalible escritor. De pasada, déjennos decirles que resulta un poco gracioso que éste sea quizás el único país del mundo que le otorga a un crítico el Premio Nacional de Literatura. Nada tenemos contra el premio otorgado a Helen, pero sin duda es alarmante que no existan creadores para optar a un premio de esta naturaleza.

Pero sigamos y vayamos terminando: nuestros ígneos amigos de editorial Divulgación, colocan una serie de opiniones de Helen, sin explicar en qué contexto las ha dicho, con lo cual parece que Helen estuviera contestándonos a nosotros cuando dice: “No podía, ya cuando vivo la recta final de mi existencia, desdecir, con un acto de cobardía intelectual, la trayectoria moral de toda mi vida”. Y cuando dice que ciertos textos “quizá desagraden al profesor de ínfulas académicas, pero tienen una legitimidad humana extraordinaria”.  Estimados lectores: Helen Umaña se refiere aquí a una pregunta que le hizo Mario Casasús en agosto del año 2009. Decimos esto porque al descontextualizarla parece como si Helen estuviera “defendiéndose” de nosotros, lo cual es ridículo, pues ella no necesita hacerlo, y, si fuera el caso, tiene toda la solidez para hacerlo por sí misma y estamos seguro que no necesita de mediocres interlocutores. Por otro lado, no vemos de qué tenga que defenderse, pues nadie la ha agredido. Tan solo, insistimos, hemos opinado sobre su libro, opinión que básicamente se resume a una crítica sobre la extensión de la obra y algunas dudas que nos deja respecto a ubicaciones generacionales de la literatura hondureña. Es increíble que una vez más, quienes se llenan la boca de muy solidarios, acaben utilizando procedimientos al estilo El Heraldo, descontextualizando opiniones para generar inquinas y estimular la confrontación personal en lugar de generar el debate y la crítica sobre lo que gusta o no. Aunque reconocemos que tal vez lo hayan hecho sin esa intención, acaso les faltó -por distracción- escribir que ese apartado “Del pensamiento de Helen Umaña” procedía de la entrevista que hemos mencionado.

Queremos decir tres cosas para terminar. Primero sobre Helen Umaña: tal como lo dijimos en la entrada anterior, creemos que es un ser sensible, una intelectual imprescindible para entender la literatura de nuestro país, no dudados de su capacidad, de su talento, de su entrega, disposición y fortaleza para defender los derechos humanos y nadie pone en duda el amor profundo que tiene por la poesía. Es humana, no es infalible, y como nosotros también se equivoca y también puede escribir todo lo que le dé la gana, como todo mundo puede decir sobre su obra lo que quiera. Querida Helen: nunca fuimos tus alumnos en ninguna aula. Pero te hemos leído más que aquellos que te defienden. Tú, como buena lectora que eres, lo sabes. Sabes que hemos leído cada uno de tus escritos. Estamos seguros que, como te dijimos en la entrada anterior, vas a seguir alumbrándonos con tu palabra. 

Segundo, para nuestros amigos en llamas de editorial Divulgación: esperamos que realmente sean verdaderos compañeros de Helen Umaña, y no solo de la boca para afuera manifiesten su admiración. Esperamos que hayan comprado La palabra iluminada como lo hicimos nosotros y así demuestren ese tan alto aprecio que tienen por ella. Esperamos que después de comprarla o haberla comprado, lean. ¡Oh, si cada uno de nuestros supuestos revolucionarios compraran unos pocos libritos al año de nuestros poetas!, con toda seguridad tendríamos en Honduras mejores lectores y nuestra literatura sería más seria y nuestros lectores más exigentes con sus artistas. Así demostrarían aprecio por muchos escritores que han tenido que ser relegados a la pobreza por culpa del conservadurismo. Ojalá le compraran libros a sus escritores, en lugar de hacerles falsos homenajes que en lo que acaban son en autohomenajes para los organizadores. Pero volvamos a nuestros amigos ígneos después de esta divagación: perdonen, señores de editorial Divulgación si nuestra crítica irrita demasiado su delicada sensibilidad. Hemos escrito esta entrada por ustedes, para ustedes, porque los respetamos y respetamos su trabajo. Si no fuera así, lo más simple sería ignorarlos y nosotros seguir en lo nuestro. Pero no, mejor apliquemos ese silencio a los golpistas de la literatura, a los malos escritores, a los mediocres que buscan popularidad y fama. Hay muchos de camiseta blanca y algunos pocos también en el lado rojo.

Y para terminar, en tercer lugar, queremos resolverles algunas dudas: no somos golpistas, no somos conservadores, no somos poderosos, no somos intelectuales ni profesores de ninguna academia, no somos complacientes, no somos populares y sobre todo no somos tontos. Somos “desocupados lectores”,  preferimos ser los Judas de esta historia, o sea, llámennos de traidores, de puñaleros, llámennos de pesimistas y destructores, como hacen los que dicen amar a la patria con sus camisetitas blancas, esos mismos que a ustedes en la calle les llaman de vándalos porque exigen su derecho a la libertad y la democracia. Sí, hijos del fuego, llámennos negativos con la típica frase del hondureño golpista: “fije que usté solo lo malo mira, en lugar de ver las cosas güenas de nuestra patria bella”. Llámennos de biliosos y virulentos porque criticamos y no estamos contentos con muchas cosas de nuestra literatura, porque criticamos con la idea de que las cosas mejoren, llámennos fríos y frustrados. Ojalá que a ustedes, tan en llamas, ¡nunca tengamos que llamarlos tibios!

domingo 09 de enero de 2011

La palabra iluminada: la Grecia de los poetas


No. Este no es un blog de crítica de crítica. O también. El hecho es que debemos pedir disculpas por comenzar criticando un libro de crítica. O tal vez no, pues tal vez sea la crítica esa parte de la literatura hondureña que más debe mudar hacia una conciencia de vocación  rupturista y enriquecedora. Tal vez el verdadero papel de la crítica en un país casi analfabeto como Honduras debería de ser la pedagogía de la lectura, no desde el púlpito cardenalicio y mediático que suele ostentar en países como España, Argentina, México y Chile, donde el crítico parece tener privilegios plenipotenciarios, sino desde su papel como generadora de pensamiento, no único, no lineal, no dirigido, sino estimulador. Sí, es verdad, es nuestra triste realidad. No se ofenda nadie. Aquí aún no aprendemos a leer. Aquí, como dice Roberto Sosa, somos tan pequeños que ni siquiera hemos aprendido a llover. 
Dicho esto, ya podemos comenzar a hablar sobre La palabra iluminada, un libro que apareció en el año 2007 en una bonita edición de la editorial Letra Negra, y cuya autora-compiladora es Helen Umaña. Entre el mundillo literario hondureño parece haber unanimidad en tanto que esta escritora de origen guatemalteco es la más importante crítica de nuestro país. En este blog, creemos que Helen Umaña es un pilar fundamental para el conocimiento de la literatura hondureña, pese a que el nivel de su trabajo nos parece más el de una entusiasta periodista o una prolífica reseñista que el de una filóloga, siendo ella una egresada de Lengua y Literatura Española e Hispanoamericana. Lo mismo podríamos decir de Sara Rolla y Hernán Antonio Bermúdez, a quienes la ignorancia del ciego y también la del tuerto -que la tiene- los ha elevado a categorías que no les corresponden. Y decimos esto conscientes del escándalo que puede suscitar entre los patrioteros afines a la bondad de ambas escritoras y del crítico en cuestión. Lo cierto es que –centrémonos en Umaña– el problema de esa falta de profundidad proviene de la necesidad de querer abarcarlo todo, típico error de principiantes, comprensible en una realidad como la nuestra, donde todo es inédito y las cosas aún no tienen nombre.
Así que sobre esto basamos nuestra primera crítica al libro La palabra iluminada, una recopilación de la escandalosa cantidad de seiscientos noventa y tres libros de poesía (o versificados, como dice Umaña), de un total de quinientos cuarenta y dos autores, la mayoría de los cuales están vivos y amenazan con seguir publicando. Parece que la Grecia clásica es una aldea de unos pocos poetas al lado de lo que representan los distritos de Tegucigalpa y San Pedro Sula, que son los lugares desde donde más se perpetran estos crímenes de lesa poesía. Es verdad que Umaña aclara en las primeras páginas que corre y asume los riesgos de una visión general, sin embargo eso no exime al libro de sus defectos y de que sea susceptible de toda crítica y opinión.
Desde aquí nos preguntamos, ¿de qué puede servir para la poesía hondureña hacer un censo poblacional de poetas? Energía y talento desperdiciado. Es como hacer una guía telefónica (y ojo, que La palabra iluminada excede en lo groso, mas no en lo soso, a un bloque de cemento o una guía de Hondutel con sus respectivas páginas amarillas).
Desde la introducción del libro comenzamos mal: la compiladora comienza a enumerar definiciones acerca de la poesía: poetas como Lorca, Perse y Borges junto a algunos poetas hondureños que empobrecen la tentativa intelectual. Acaso esto se debe a esa necesidad de universalizar lo hondureño a como dé lugar. Y no es que queramos ser excesivamente negativos, o que carguemos complejos de inferioridad, pues, para poner un ejemplo, tenemos allí la definición de un guatemalteco, Luis Cardoza y Aragón, que nos parece ejemplar: “Las poesía es la prueba más alta de la existencia del hombre”. Pero al lado aparece una patética y cursi expresión de un Oscar Acosta trasnochado que dice con un feísimo superlativo (valga nuestro superlativo): “Madre dulcísima, origen de todas las cosas”. Incluso la definición de Sosa nos parece muy poco acertada y enrevesada. Pero no es culpa de los poetas, sino del crítico que se encarga de pretender elevar a categorías universales los versitos de patio. Más adelante, nos sorprende que en términos de teoría literaria, el libro de Helen Umaña comienza apoyándose en Galel Cárdenas, un profesor de nulos méritos en el campo de la crítica y de la poesía hondureña, a quien llama, con reverencia y pompa, de Doctor. Así, con mayúscula. Nos preguntamos por qué no llama de doctor a Borges, que tiene una baraja de doctorados honoris causa. En términos literarios, un crítico debería de valer por lo que escribe o por el nivel de su lectura antes que por la pura denominación. Típica macanería hondureña.
Vayamos a la primera parte del libro, donde nos habla del neoclasicismo, el romanticismo y el modernismo. Ninguna voz nueva, es decir, ningún descubrimiento para el lector en lo que se refiere a la inclusión de poetas como Jeremías Cisneros, Adán Cuevas, Félix Tejeda, Josefa Carrasco, entre otros. Poetas en el más merecido olvido. Sus versos carecían de la irreverencia de un Juan Ramón Molina o de la profundidad de un Antonio José Rivas. ¿Para qué exhumar cadáveres que ya son menos que huesos? ¿No hubiera sido mejor un análisis más amplio y renovado del "Himno a la materia", o de la obra de Molina o Turcios, ya con un aparato crítico con referencias bibliográficas actuales? Ahí está, por ejemplo, el estudio de José Antonio Funes sobre el modernismo en Centroamérica, un ejemplo de investigación y profundidad científica. La compiladora nos dice que Félix Tejeda, un poeta de Yoro, “dejó un conjunto de poemas donde repite temas y gastadas formas románticas”. Luego se limita a citar cuatro versos con un sic., para finalmente, en dos líneas, decirnos que la importancia de este poeta radica en que quizás haya escrito algunos de los primeros versos metapoéticos de la literatura hondureña: "Yo floto en la ondulante cabellera / De la aurora gentil y pregonera / Del sol que dora el firmamento azul". Hombre, pues a lo mejor el primero fue Chichicaste Rodriguez o Persiliano Pascual. Este tipo de datos pueden servir para adornar un artículo crítico sobre lo metapoético en la literatura hondureña, y sería un dato interesantísimo como precedente en un ensayo sobre la obra de Cardona Bulnes, si es que Bulnes lo hubiera leído o citado o al menos coincidio, ya forzando la cosas, por ejemplo. Pero en un panorama tan vasto de la literatura parece carente de seriedad, mas aún cuando la crítica no cita fuentes ni referencias.  
En cambio, nos parece muy acertada Helen Umaña cuando abre nuevos caminos sobre la lectura de la obra de Molina, al situarlo como –y explicar por qué–  es un poeta visionario que ya se encontraba con un pie en el posmodernismo. ¡Más de cien páginas de poetas mediocres y datos inútiles para llegar a un punto de interés! Esto, aunque no parezca, se debe a la carencia de herramientas de investigación, a la dejadez -sobre todo- de nuestros críticos, que prefieren hacer reseñitas antes que dedicar tiempo a trabajos más específicos pero de mayor envergadura. Tal vez sea miedo a decir cosas, tal vez pereza, tal vez la dificultad por la lucha del sustento diario que padecemos en Honduras, tal vez todo eso. 
Demos un salto hacia la parte del libro que Umaña llama de "Vanguardia y realismo social". Aquí la compiladora parece tener mayor dominio del tema. A lo mejor por la contemporaneidad, lo que nos parece un síntoma paradójico porque suele existir más dificultad para analizar lo actual (justamente por lo impredecible y vertiginoso de los cambios) que para analizar épocas y etapas más definidas y estudiadas como el modernismo del siglo XIX. Nos llama la atención la escasa explicación que nos proporciona Umaña para explicarnos por qué decide encasillar a poetas como Roberto Sosa, Rigoberto Paredes y Nelson Merren dentro del término “vanguardia”. Por una parte, ella explica que en Centroamérica la renovación vanguardista en varios aspectos (lo onírico, la experimentación, el cosmopolitismo, etc.) solo se dio en Nicaragua y en menor escala en Guatemala y El Salvador. Luego dice que en Honduras los cambios fueron tardíos y carecieron de iconoclastia e irreverencia. Culpa a la generación del régimen del dictador Carías. Y tiene toda la razón. Según Umaña, las tendencias vanguardistas vienen a verse hasta la generación del 50, gracias a que poetas como Clementina Suárez, Jacobo Cárcamo, Claudio Barrera, entre otros, prepararon ese camino. Entonces, ¿por eso Roberto Sosa y Rigoberto Paredes serían poetas que están dentro de un programa denominado Vanguardia? Si acaso, deberíamos de decir “vanguardia”. No nos interesan las clasificaciones tanto como te está pareciendo, querido lector, pero creemos que el crítico, por su naturaleza, debería de ubicar en otro epígrafe a estos poetas. Sí, es cierto que el capítulo al que nos referimos se llama "La vanguardia y el realismo social". Aceptemos, pues, eso de realismo social. Ninguno de los términos encaja con los poetas citados. Para el caso, qué tienen de realismo imágenes sosianas como: “dejo mi sangre escrita en un oscuro ramo”, “los que se han dormido en un museo de cera vigilados por maniquíes de metal violento”. O qué tiene de vanguardia, digamos por a la ligera surrealismo, dadaísmo, futurismo, etc., versos de Paredes como: “¿Qué ganas con guardar bajo lujosas prendas / lo que polvo será, hedionda cosa? / Toma ejemplo de Helena, impúdica y prudente, / a quienes los hombres daban vida y reino por un rato de cama”. Estos versos, si acaso, más que vanguardia están más próximos a la antipoesía y habría que situarlos dentro de la posvanguardia en Latinoamérica. O un poeta como el Cardona Bulnes de Los interiores y del Jonás, ¿qué hace dentro de la casilla vanguardia? Solo son discrepancias, en todo caso, estamos seguros de que cuando Helen Umaña dice “vanguardia”, no dice “vanguardia histórica”, pero nuestra crítica va orientada al hecho de que faltan datos, faltan justificaciones más profundas para que un libro con finalidad panorámica logre darnos mejores perspectivas y explicaciones sobre el fenómeno poético. Nuestra discrepancia se resume al siguiente planteamiento: si el periodo de la vanguardias lo ubicamos, más o menos, entre 1915-1935, ¿cómo es que un poeta como Nelson Merren que nació en 1931 puede ser vanguardista? En todo caso sería un tardío, un atrasado (o retrasado), literariamente hablando. Pero poetas como Sosa, Merren, Bulnes y Paredes no nos parecen poetas tan anacrónicos. El propio Sosa gana el Adonáis en 1968, siendo un premio que privilegia las voces jóvenes, aunque en los últimos diez años el Adonáis ha perdido mucho de aquel prestigio y tiene tufo a viejito.
Para rematar esa parte del libro, una joya: Herman Allan Padgett (QEPD) aparece en la sección vanguardia y realismo social con un libro titulado, oh vergüenza ajena, Selecciones de la Escuelita Alegre. Volvemos a lo mismo: ¿para qué talar árboles y gastar papel solo para hacer una guía telefónica donde un fulano aparece por el simple hecho de haber impreso unos garabatos ridículos? Culpa del crítico, señores, culpa del crítico.
Termina el libro (después hay un apartado de “otros poetas” que es absolutamente prescindible) con lo que Umaña llama “La Posvanguardia. La Generación de 1984”. Todo mayúsculo, para que respeten. Abre con César Lazo y cierra con Carlos Ordóñez. Aquí hay otros enredos de difícil comprensión. Si un poeta como José Gonzalez (1953) aparece en la sección de “Vanguardia y realismo social”, cómo es que su contemporáneo Segisfredo Infante (1956) está apuntado en la Posvanguardia? Otra vez Umaña vuelve a mencionar que se debe a que muchos escriben una poesía desfasada, pero entonces no entendemos para qué llamarla de posvanguardia y para qué su inclusión. Además, nos parece excesivo acuñar un término de “generación” a un período tan amplio y diverso en términos estéticos. Por generación no nos encerramos solo en lo cronológico (los 15 años que decía Ortega y Gasset), sino también en las preocupaciones y coincidencias estéticas. Para el caso, ¿en qué se parecen los poemas conservadores y desafortunados de Segisfredo Infante, los estrambóticos arpegios de López Murcia, los accesos furibundos de Lety Elvir, los avejentados de Jorge Luis Oviedo, o la poesía educadita de José Antonio Funes con los poemas de los últimos compilados, por poner un ejemplo: Néstor Ulloa (tiene hallazgos, es inteligente, pero su texto decae), Rolando Kattán (poesía que quiere ser hippie con corbata, aburguesada, para conquistar muchachitas de tacón), Carlos Ordóñez (que nos cansa con su pose de apartado y muy existencial, aunque su texto es inteligente), Tomy Barahona (irreverente, con ganas de romper paradigmas, pero sin dominio de la palabra, imágenes cursis como “fragancia de galaxias), Dennis Ávila (demasiado llorón y despechado, pero muy imaginativo), Giovanni Rodríguez (quiere ser niño malo a como dé lugar, pero su texto es ordenado)? Entonces, ¿qué generación es esta que llama "De 1984"?
En resumen, hay dos últimas observaciones: primero, la falta de rigor en la teoría crítica escogida. No hay un sistema de citas propio de un filólogo, no hay bibliografía crítica actualizada. Lamentamos que habiendo un Ortega y Gasset, un Yurkievich, la compiladora insista en citar los criterios erráticos de Galel Cárdenas o citar a Salvador Madrid para hablar de su generación…
Si este libro tuviera solo lo esencial, sin duda sería una referencia ineludible y digna de transformarse en una de las mejores antologías de la poesía hondureña. Sobran por lo menos seiscientos poetas o versificadores. El libro peca de una mezcla de ambición, ingenuidad y entusiasmo.
Aciertos del libro La palabra iluminada: cuando la compiladora quiere hacer crítica de verdad, como en el citado caso de Molina, en el caso de Cardona Bulnes e incluso de los poetas más jóvenes antes citados, su texto se vuelve más sólido, agudo, visionario, porque no es condescendiente, pero tampoco aplastante, dice lo justo. Estupendas resultan también algunas notas contextuales al inicio de cada capítulo: buenos resúmenes sobre los periodos o movimientos literarios. No cabe duda de que Helen Umaña tiene una mirada sensible e inteligente, un gusto refinado, pero que necesita ser más selectiva para el bien de la literatura y para que nos siga enseñando con su iluminada palabra.
Nota general del libro: 60% (estaba aplazada con un 59%, pero uno de los colaboradores de Tegucigalpa le regaló un punto para aprobar el libro “de panza”)
Nota por su dedicación: 90% (sobresaliente. Menos 10 porque algunos escritores no valían la pena)
Nota por su objetividad a la hora de criticar: 50% (aplazada)